…Yo soy como la loba. Ando sola y me río
(La loba, 1916)
del rebaño. El sustento me lo gano y es mío
donde quiera que sea, que yo tengo una mano
que sabe trabajar y un cerebro que es sano.
La que pueda seguirme que se venga conmigo.
Pero yo estoy de pie, de frente al enemigo,
la vida, y no temo su arrebato fatal
porque tengo en la mano siempre pronto un puñal…
Ubicado en la calle Rodríguez Peña 1062 a metros de la Avenida Santa Fe, el teatro La Comedia comparte edificio con la cadena de gimnasios Megatlón. Quizás por eso resulta extraordinario que la entrada a la sala donde se presenta la obra implique de por sí el pasaje a otro universo. Se trata de la Sala 3, pequeñísima, casi escondida, con su lámpara de araña, sus grandes ventanales, su puerta corrediza de madera con vidrios y abundantes colores marrón y dorado. Atravesarla es entrar de lleno al tiempo donde vivió Alfonsina.
A las 20.30 hs los espectadores se acomodan para el comienzo de la función frente a una escenografìa simple compuesta de una silla y un piano sobre el que descansan un candelabro con velas encendidas, un florero y un portarretrato con el rostro inconfundible de Alfonsina. Predomina la penumbra y las luces son tenues, fluctúan los blancos a los amarillos y culminan en los anaranjados cuando la pasión se enciende o cuando la muerte acecha. Todo esto contribuye a un necesario clima de intimidad que envuelve al espectador.
La cuarta pared, aquella que se alza imaginaria entre el público y el frente del escenario, estalla ante la primera mirada que nos lanza Alfonsina. De allí en adelante, no podremos esquivar esos ojos que nos interpelan y nos convidan con una prosa admirable. El mundo de Alfonsina construido con sus palabras, sus ideas, su fuerza inquebrantable y la tenacidad de una mujer que rompió los cánones de su época son traídos a la vida desde las profundidades del sueño marino y la lejanía de los años. Alfonsina está allí, intacta, en el cuerpo de Guadalupe Berrino que le da nuevo aliento y vigor a su obra. Con una poesía en carne viva que jamás se detiene y una actuación que por momentos quita el aliento. El vestido blanco hecho girones nos devuelve a una Alfonsina inmortalizada, con una mortaja gastada por el tiempo que parece traernos a la poeta desde las profundidades del mar.
Pero ¿quién fue Alfonsina?. Quizá muchos la desconozcan o retengan de ella tan sólo su final trágico en la imagen de un ser sufriente caminando mar adentro en las playas de Mar del Plata en 1938. La obra nos permite ver más allá de ese desenlace y comprenderla en su integridad. Dejar de sentir pena por la pobre mujer y pasar a sentir admiración: porque Alfonsina fue libre por decisión tanto en el comienzo como en el final. Aquella mujer que nació en Suiza y transcurrió su infancia en San Juan no pasó por este mundo en vano. Sembró valentía y curiosidades en corazones más jóvenes que hoy la descubren, y vivió con una intensidad para muchas/os desconocida.
Desde pequeña manifestó su devoción por los libros (tanto que hasta llegó a robar porque no tenía el peso para comprarlos) y llenó sus ropas de papelitos escritos. Incursionó en la mentira con conciencia y sin maldad con el sólo objetivo de crear otros mundos, de inventarse universos más interesantes frente a una realidad tan pobre y desigual. Se afirmó sobre sus pies y abrazó la intensidad de la vida en cada una de sus emociones, sin negarlas, sin barrerlas bajo la alfombra para pretender la estabilidad emocional que debían aparentar las señoritas de aquella época.
Alfonsina era una loba, como loba amaba y como tal se alejó de la manada y rompió el molde de la mujer a quien se le niega el protagonismo en la vida social. Fue una mujer avanzada para su época: habló del voto femenino, criticó los resabios del cristianismo, la doble moral de una sociedad que crea al pobre para ejercer la caridad y la cuota de responsabilidad de las mujeres por el propio sometimiento de que son víctimas. La obstinación de las mujeres en sostener la hipocresía, esa falsedad entre lo que son y lo que aparentan ser. Tampoco se salvó el hombre, claro, ese hombre pequeñito que no deja volar al pájaro y que se mantiene en la comodidad de sus privilegios:
Hombre pequeñito, hombre pequeñito,
Suelta a tu canario que quiere volar…
Yo soy el canario, hombre pequeñito,
déjame saltar.
Estuve en tu jaula, hombre pequeñito,
hombre pequeñito que jaula me das.
Digo pequeñito porque no me entiendes,
ni me entenderás.
Tampoco te entiendo, pero mientras tanto
ábreme la jaula que quiero escapar;
hombre pequeñito, te amé media hora,
no me pidas más.
El paralelismo entre mundos lejanos en el tiempo se hace posible por la actualidad de los temas que la obra despliega en los versos de Alfonsina: un mundo que sigue plagado de injusticias y que necesita de la poesía para redimirse; una sociedad donde la mujer encabeza las luchas y es motor de transformación. Alfonsina fue aquella que libertó con sus versos a todas aquellas ancestras que en su linaje no pudieron romper con la sumisión. El amor, la entrega, la creación y la autodeterminación de una mujer cuyos dolores físicos por sus padecimientos de salud la llevaron a ver en la muerte (¿así como le sucedió a Frida Kahlo?) ese reposo deseado. Alfonsina resuena con la fuerza del mar en esta apasionada obra que puede verse todos los lunes a las 20.30 hs y hasta fines de octubre en La Comedia Teatro.