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Corazones naranjas derritiendose

El Amor en tiempos de inmediatez

Somos víctimas de una época donde todo tiene que ser inmediato, nunca tenemos tiempo, y lo que importa es la imagen ¿qué lugar hay para el amor? Originalmente publicado en El Amor en tiempos de inmediatez

Lacan afirma que “amar es dar lo que no se tiene a quien no es” (1964) es decir que en principio para amar hay que reconocer una falta – lo que no se tiene- y dársela a otro que “no es” quien yo creo que es.  Veamos un poco qué quiere decir eso. 

En la primera infancia hacemos una elección de objeto amoroso a través del amor edípico. Desde allí se construyen ciertas influencias que actuarán en  la futura elección de objeto de amor adulto. Esa elección entonces es, de alguna manera, un reencuentro con aquel objeto de amor infantil.  En ese acontecimiento hay también una novedad, porque ese otro objeto no es el edípico sino que tiene rasgos de éste pero también es algo nuevo, es un encuentro. 

Freud (1914) dice que el que ama pierde una parte de su narcisismo y sólo puede compensarlo siendo amado. El sujeto se empobrece porque la energía libidinal que estaba en el Yo del sujeto se traslada al objeto de amor.  Si la libido del Yo pasa al objeto: ¿cómo llegó esa libido al Yo? ¿habrá que haberse amado a uno mismo o haber sido amado para recién poder amar a otros?

Con el enamoramiento surge la ilusión de que el objeto amado lo es por sus cualidades y excelencias, cuando en realidad lo es por la cantidad de energía libidinal que se transfiere a él (Freud, 1921). Es decir que hay en juego un proceso de idealización del objeto por lo que amamos a causa de las perfecciones a las que hemos aspirado para nuestro propio Yo y que quisiéramos ahora procurarnos para satisfacer nuestro narcisismo. 

Es posible que en algún momento esta ilusión de completud caiga, y uno pueda aceptar su falta y la del otro, permitiendo cierta perdurabilidad del amor y del deseo. ¿Cómo es posible amar en tiempos donde predomina la satisfacción inmediata y la falta de deseo?

A mediados del siglo XX con la declinación de los valores de la modernidad se produjo un proceso de pérdida de ciertas instituciones que organizaban lo social: sindicatos, partidos políticos, clubes de barrio, casamiento, familia, masculinidad y feminidad, etc.  Estas instituciones o legalidades al verse en crisis generaron una modificación de la vida cotidiana de los sujetos. 

Asistimos a una época en la que hay un culto a lo efímero y los sujetos no pueden proyectarse más que en el “aquí y ahora”.  El imperativo de vivir nuevas experiencias y siempre “sentir más” lleva a los sujetos al límite con el displacer o la muerte. 

Sin una ley que sea efectiva no hay deseo, hay goce y el sujeto queda desdibujado, para pasar a ser un consumidor. El capitalismo impulsa a gozar y el sujeto queda satisfaciendo un imperativo de consumo que no está atravesado por la falta ni enmarcado en el deseo, sino que queda por fuera del sentido.

Si para amar hay que reconocer, en principio, que uno necesita a otro, es decir, que algo nos falta, ¿qué lugar para el amor nos posibilita el sistema actual? 

Originalmente publicado en El Amor en tiempos de inmediatez

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