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Ilustración alusiva al rostro de Frida Kahlo.

Frida Kahlo, la hija de la revolución

El 6 de julio se cumplió un nuevo aniversario del nacimiento de Frida Kahlo, la pintora mexicana que es reconocida como un ícono mundial de la cultura de su país. Y el debate volvió a encenderse en las redes sociales. ¿Por qué Frida convoca e inspira a muchas mujeres que nos consideramos feministas? ¿Y por qué otras feministas la rechazan? ¿Cómo -parafraseando a Walter Benjamin- podemos encontrar a la Frida auténtica en medio de las innumerables reproducciones e intervenciones que la industria cultural realizó de su vida y obra? ¿Y qué hacemos nosotras con ella?

El 6 de julio se cumplió un nuevo aniversario del nacimiento de Frida Kahlo, la pintora mexicana que es reconocida como un ícono mundial de la cultura de su país. Y el debate volvió a encenderse en las redes sociales. ¿Por qué Frida convoca e inspira a muchas mujeres que nos consideramos feministas? ¿Y por qué otras feministas la rechazan? ¿Cómo -parafraseando a Walter Benjamin- podemos encontrar a la Frida auténtica en medio de las innumerables reproducciones e intervenciones que la industria cultural realizó de su vida y obra? ¿Y qué hacemos nosotras con ella?

Para quienes pretenden una Frida libre de contradicciones o llena de debilidades, les tenemos malas noticias. Aunque tanto se haya dicho y escrito sobre ella, no existe biografía capaz de captar la complejidad de una vida tan intensa y compleja. Pero si queremos zambullirnos en una porción de ese universo, es importante señalar que a Frida hay que comprenderla en su contexto y en referencia a lo que aportó a su época, sin pretender abarcarla en su totalidad.

Sin dudas, como acontece con todo ser humano, hay rupturas y continuidades con la historia que nos precede y configura. No es nuestro objetivo plantear si Frida era o no feminista, corriendo el riesgo de realizar una lectura actual (y lineal) aplicada a un contexto tan diferente al nuestro, como lo fue la primera mitad del siglo XX en su México natal. Pero sí podemos rescatar pinceladas de su vida que marcan un profundo quiebre con su sociedad y nos muestran el valor de la mujer latinoamericana por descubrirse a sí misma y en la conexión con su tierra para abrirse camino en un mundo dominado por los hombres.

Hija de su tiempo y hacedora de nuevos mundos, Frida nació casi a la par de la Revolución Mexicana de 1910, levantada por manos obreras y campesinas contra el régimen de Porfirio Díaz. En la sociedad mexicana de aquellos tiempos, los grandes latifundistas concentraban enormes extensiones de tierra ubicándose en lo alto de la pirámide social junto a los miembros del clero, los caudillos políticos conservadores y los empresarios nacionales y extranjeros que se apropiaban de las riquezas del país. En la ancha base de esa pirámide se apilaba una mayoría despojada de los recursos esenciales para una vida digna, sin derechos sociales ni laborales. Bajo las ideas de “progreso” y “orden”, México parecía ser menos la tierra de los mexicanos y las mexicanas y más un reducto colonial en donde admirar la cultura extranjera, negando el pasado amerindio, es decir, la identidad de los trabajadores de aquellas tierras. Fue así que la Revolución implicó grandes transformaciones políticas, sociales y culturales para el país y los hijos de aquella gesta vivieron en un mundo profundamente convulsionado, levantando las banderas de la justicia social y la defensa nacional entre marchas y contramarchas donde lo nuevo no nacía por completo y lo viejo no terminaba de morir. En cuanto a las mujeres, no tenían visibilidad: el mandato social y moral de la familia patriarcal predeterminaba el destino de muchas hijas educadas para servir, complacer, postergar y callar.

Pero Frida no fue así, sino más bien una piedra colosal en el zapato de las formas y modales burgueses. Vivió en el seno de una familia trabajadora, en una sencilla casa de Coyoacán, siendo una de las pocas mujeres que hicieron el secundario en la Escuela Nacional Preparatoria y enfadando a su madre al vestirse como hombre para los retratos familiares. La muchacha sacó a relucir un carácter rebelde y arrasador con el que borraba la deformidad de una de sus piernas ante los compañeros de escuela y luego afrontó la tragedia de su columna rota y los meses de postración en una cama por causa del accidente entre el autobús en que viajaba y un tranvía, cuando tenía dieciocho años. De la sangre y el dolor emergió la artista y nació la mujer que no le teme a su propia soledad y a la imagen más descarnada de sí misma frente al espejo. A pesar de los pronósticos desalentadores, Frida decide trascender el dolor y los límites físicos para procurarse una existencia intensa con momentos de mucha plenitud. El sufrimiento que la aquejó no le impidió sentenciar sus innumerables “Viva la Vida” y al corset que sostenía su columna le crecieron alas. Frida sentenció que  “amurallar el propio sufrimiento es arriesgarse a que te devore desde el interior”, por ese motivo siguió su intuición y se apropió del impulso que le nacía de las entrañas para pintar. Fue su propia modelo, lo cual le permitió acceder al autoconocimiento, a la exploración de su cuerpo y se convirtió en su propia obra. Pero el reconocimiento como pintora no fue inmediato. En un mundo donde los hombres dominan política, social y culturalmente, la obra de Frida fue cubierta de sombras antes de deslumbrar definitivamente a artistas, académicos y público en general. Su intensa y, por momentos, tormentosa relación con el muralista mexicano Diego Rivera (con quien se casó dos veces y se separó otras tantas) es motivo de críticas por parte de aquellas mujeres que le reprochan su dependencia amorosa y no haberlo abandonado para siempre.

En Frida encontramos luces y sombras que nos inspiran por igual y nos permiten reflexionar sobre el lugar de la mujer en diferentes contextos y pensarnos en nuestra relación con el cuerpo, el goce, la libertad, la creación, la muerte, la patria y el extranjero, los ideales políticos, el dolor y el amor.

Algunos podrán caracterizar a la obra de Frida (y a ella misma) como violenta, grotesca, impulsiva, egocéntrica. Lo cierto es que (proponiéndoselo o no) hablaba mucho más que de ella misma y expresó tabúes que la sociedad de aquel momento guardaba bajo la alfombra: el cuerpo expuesto, doloroso, deseante; la muerte; la difícil relación madre-hija; el aborto; la revolución. Desde su rechazo a los estereotipos dominantes en el género, en el arte y en la sociedad, Frida desafiaba las barreras que separaban lo femenino de lo masculino, así como el concepto de “belleza” expresado en cuerpos poco reales. Los rasgos duros, sus cejas y bigotes tupidos, el cuerpo roto, dolido y sangrante es también un cuerpo que desea, al que no se le niega el placer. La “fealdad” de Rivera no es obstáculo para que Frida lo ame intensamente ni para que lo retrate en muchos de sus cuadros como el causante de las más grandes felicidades y también de las más profundas tristezas.

En cuanto a las relaciones amorosas, la artista expresa un rechazo a la concepción de monogamia, de heterosexualidad y a la idea de amor como propiedad. Más allá de estas formas de relacionarse tan rupturistas para su tiempo, Frida sufre (y mucho) a causa de Diego, lo cual no significa que haya aceptado pasivamente el maltrato y no haya luchado para defender su dignidad (como lo demuestran muchas de sus cartas y los testimonios de sus separaciones). En este sentido, Frida es una antiprincesa que, lejos de cualquier concepción de amor romántico, nos plantea que no hay un “felices por siempre”, que el príncipe puede ser el sapo más repugnante del pantano y que, muchas veces, hay que mandarlo al carajo. Es la artista la que nos dice “donde no puedas amar, no te demores” y a partir de cuya experiencia recreamos la frase “abandona a tu Diego Rivera” como una forma de identificar en nuestras vidas a aquellas personas o patrones de conducta que nos someten y no nos permiten crecer.

En Frida y en sus obras también está presente el rescate de la cultura mexicana, con el ingreso en el lienzo del mundo amerindio y la mitología azteca de su pueblo, junto a sus ideales revolucionarios (recordemos que Frida militó en el comunismo) que se combinan con el rechazo a la injusticia social y a la cultura extranjera. Esto último se expresa en la repulsión que le provocaban las enormes e industriales ciudades estadounidenses (“Gringolandia”, como ella les llamaba) o los “jodidos intelectuales” de París. La burla a la idiosincrasia yanqui y la revalorización de su propia cultura y de la lucha de los trabajadores nos muestran una Frida marchando codo a codo con ellos en las calles, más allá su salud maltrecha y de la muerte pisándole los talones. Es que Frida maldecía tener que quedarse encerrada por sus padecimientos físicos, a tal punto que decidía deshacerse de todas las prevenciones para salir a la calle a caminar o a los bares a beber y bailar, es decir, a vivir. Su casa natal convertida en “la casa azul” (hoy transformada en museo) expresa también esta intención de crear espacios para vivir que estén en sintonía con nuestros ideales, identidad y anhelos.

En su vida y en las obras que retratan parte de esa vida, Frida se recrea y reinventa más allá de los cánones sociales de la época mientras que lucha, con más o menos éxito, por romper con otros patrones. El arte es una herramienta de construcción colectiva, cada obra nos deja un mensaje que rompe con la individualidad del autor y conecta con otras experiencias compartidas. Si bien Frida fue su propia modelo, el dolor que atraviesa su cuerpo en algunas obras puede ser interpretado como aquel que mutila a otras mujeres. En la obra “Unos cuantos piquetitos” de 1935, Frida retrata una mujer acuchillada por su marido al enterarse del alegato de éste en su defensa diciendo que sólo habían sido “unos cuantos piquetitos”. Para algunos, se trata de una clara denuncia contra la violencia del hombre, contra su poder en esta sociedad. La sangre, tan presente en sus pinturas, cuando está derramada en cada herida nos lleva a pensar en la vitalidad de las mujeres que es consumida por este sistema atroz que banaliza nuestra existencia y nuestro “estar” en el mundo si no es para el placer y servicio del hombre.

Por todo esto y mucho más, sin ánimos de agotar con estas palabras el entramado de una vida que valió la pena de ser vivida y nos dejó un grandioso testimonio, es que venimos a recordar a Frida con la ternura con que se traen a la memoria las personas amadas. Su imagen inspira, su rostro es pueblo y por eso se nos vuelve tan familiar. Su arte es un talismán contra el dolor, así como cada cosa que las mujeres emprendamos con la fuerza de nuestras entrañas será un talismán contra los duros tiempos que aún hoy nos tocan vivir. Nuestro autoconocimiento es necesario, nuestra soledad no debe ser ausencia de nosotras mismas sino compañía y presencia para entender qué nos pasa, quiénes somos y qué hace el mundo con nosotras.

Así como ha sucedido con cada personaje sobresaliente de la historia y de la cultura (pensemos en el Che Guevara o en Eva Perón, sólo por citar ejemplos argentinos) el mercado los devora, los deglute y nos vomita una mercancía donde estampar la semblanza de esos seres conocidos. La industria cultural teatraliza sus vidas con los personajes de moda y corren ríos de tinta en la maratón de los best-seller y las notas de color. No renunciemos a Frida porque hoy sea un ícono del mercado y el consumo. Nuestra historia nos demuestra que somos lo que hacemos con lo que la historia y las condiciones sociales, políticas, económicas y culturales de nuestro tiempo hacen de nosotros. En este caso, nuestra identidad nacional y popular nos acerca a Frida para reconocer en ella a una compañera luchadora que se atrevió a desafiar las reglas de su tiempo.

Si te gustó este artículo sobre Frida Kahlo, podría interesarte:

  • Sudestada de colección Nº 12 (2015). Universos de Frida, Buenos Aires: Editorial Sudestada.
  • Pérez, Sebastian y Lamcombe, Benjamin (2016). Frida, Editorial Edelvives.
  • Colección Antiprincesas Nº1 (2015): Frida Kahlo. Buenos Aires: Editorial Sudestada y Editorial Chirimbote.
  • Informes Telesur: http://www.telesurtv.net/news/Revolucion-Mexicana-20151111-0048.html

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