Escribo apresuradamente unas palabras a partir de la discusión que se generó por el volante diseñado por ARDA, repartido en el contexto del festival «La minga» en el distrito de Morón. El flyer habla de reducción de riesgos y daños en materia de drogas. Digo apresuradamente porque cuando este tema se pone en agenda, hay que aprovechar. Me motiva hacerlo el haber acompañado a personas en situación de vulnerabilidad social y/o en situación de consumo problemático de sustancias, desde unos tempranos 16 años, desde distintos espacios, o sea hace unos casi 20 años. Mis ganas de escribir también parten de leer algunas expresiones de compañerxs peronistas a lxs cuales valoro, pero que considero desafortunadas por reducir la discusión a progres y coso.

Antes que nada quisiera aclarar que ARDA es una asociación sin fines de lucro que trabaja por la reducción de riesgos y daños provocados por las drogas, que promueve desde 1999 políticas de drogas basadas en la salud, los derechos humanos y la evidencia científica. Quisiera comenzar diciendo que es falaz la idea de que las políticas basadas en el mensaje “alejate de la droga porque mata», generan mejores resultados. El abstencionismo es un modelo de abordaje a las adicciones que se basa en la idea de que lxs usuarixs de drogas son enfermxs con una causa detectable: la sustancia. De aquí se desprende que la cura es posible si se interrumpe el acceso a la misma, y que lxs profesionales de la medicina son lxs únicxs aptxs para abordar la “enfermedad”, por eso se lo caracteriza como un “paradigma médico hegemónico”.
Esto, lejos de reducir los consumos, ha impedido por muchos años que podamos visualizar a los mismos como una problemática social compleja y multicausal, que requiere un abordaje integral e interactoral (profesionales de varias disciplinas, incluyendo a la comunidad, las redes y lazos afectivos de las personas, etc.). Por definirla como una enfermedad se ha creído, y en muchos casos se sigue creyendo, que existe una cura “única y universal” para todes, cuando no es así: lo que le funciona a una persona no le sirve a otra, o a una misma persona lo que la ayudó en un momento de su vida, puede no funcionarle en otro momento. Además, en vez de generar empatía por parte de la sociedad para con lxs usuarixs de drogas, ha favorecido la construcción de discursos y acciones estigmatizantes para con lxs mismxs, que muchas veces funcionan como obstáculos a la hora de demandar un tratamiento (¡no vayan a pesar que soy un drogadictx!).
Entre el punitivismo y la reducción de riesgos y daños
El abstencionismo como paradigma, encontró su contraparte en el modelo punitivista, llevado adelante por el sistema judicial. Para historizar un poco al respecto, cabe recordar que en la Argentina, los vaivenes legislativos sobre el tema fueron de la mano con la posición que Estados Unidos fue tomando en relación a esta temática. Es por eso que además considero que así como muchxs compañerxs peronistas se quejan de las políticas de reducción de riesgo y daño diciendo “no somos Ámsterdam”, necesitamos una política sobre drogas soberana, no yanquee, que contemple las necesidades propias y que se remita a la evidencia de lo que ya se probó y no funcionó. Volviendo, en 1974 se sancionó la Ley 20.771, que tuvo origen en un proyecto legislativo del Ministerio de Bienestar Social, a cargo de José López Rega, jefe de la Triple A, un grupo parapolicial responsable de desapariciones y muertes por razones políticas. Esta ley se encontró influenciada por la primera ‘guerra a las drogas’ que impulsaba Richard Nixon en la década del ’70.
La ley, que penalizaba la tenencia para consumo, consideraba «un imperativo de la defensa nacional la preservación del individuo en todos los aspectos concernientes a su interacción social». La ley lopezreguista siguió en pié durante toda la dictadura y se le atreve a la democracia hasta que, en 1986, la Corte Suprema de Justicia la declara inconstitucional pues se contradice con el artículo 19 de la Constitución Nacional en la medida en que invade la esfera de la libertad personal. Pero en 1982, el presidente Ronald Reagan había relanzado la «guerra a las drogas», y en 1988 consiguió que la Convención de Viena de las Naciones Unidas accediera a considerar delito la tenencia para consumo personal, aunque con una reserva: «…a menos que esto sea en contra de los principios constitucionales» de cada país. En cualquier caso, al año siguiente (1989), el Congreso de la Nación Argentina aprobó la Ley de Estupefacientes 23.737, que vuelve a penalizar la tenencia para uso personal.
La criminalización de lxs consumidorxs, generó, como ya es sabido, mayores problemas a lxs jóvenes y particularmente, a lxs pertenecientes a barrios populares. ¿A cuántos les armaron causas penales por un porro? Una buena cachetada en la nuca y al patrullero, con las consecuencias que luego traen a esxs jóvenes los “antecedentes penales”. Mientras quienes más dinero tienen, zafan de eso, y consumen tranquilxs en ámbitos privados. O en espacios públicos donde nadie se mete.
Además, ¿qué impacto tuvo “la guerra contra las drogas” iniciada hace 50 años? ¿Disminuyeron los índices de consumo? La gente ya entendió después de tanta campaña publicitaria, que consumir drogas no es bueno para la salud pero decide hacerlo igual. Frente a eso ¿qué vamos a hacer?, ¿seguir diciendo que es malo?, o intentar generar mejores condiciones de vida a lxs habitantes de nuestro país, como para que no estemos necesitando encontrar en las sustancias un alivio a tanto padecimiento. Inclusive, si miramos bien, podemos observar, que lo que termina complicando seriamente la vida de quienes consumen drogas, muchas veces no son las drogas en sí mismas, sino la cantidad de derechos vulnerados que tiene un importante porcentaje de nuestra población. ¿Y si mejor vamos por ese camino?, el de acompañar a las personas en la construcción de proyectos de vida, garantizando el acceso a derechos, que no es ni más ni menos que el camino que nos marcó Néstor y Cristina.
Las sustancias son un componente más a tener en cuenta a la hora de acompañar personas que están padeciendo por su consumo pero no es lo central. Se puede tener una relación problemática con una sustancia, legal, ilegal, con una práctica (el juego, la quiniela, el bingo, la tecnología, la alimentación, etc.), y esto suele funcionar como síntoma de una trama compleja de fondo que es particular en cada individuo y que es lo que verdaderamente hay que atender. Me preocupa que nuestro movimiento maneje cierta doble moral que a veces se acerca al discurso de Vidal del tipo «no es lo mismo si el q consume es rico o pobre», como si a unxs les pegara de una manera y a otrxs de otra (lo que no es lo mismo es tener o no tener los derechos vulnerados).
En el fondo de ambas posiciones hay argumentos que se encuentran. Me recuerda a la cobertura periodística diferencial que se hizo del Indio en Olavarría y de la fiesta electrónica Time Warp. Mientras que a “lxs pobres” se los victimiza o patologiza o criminaliza (o consumen porque están enfermxs o consumen pq son unos incivilizadxs), a lxs de clases acomodadas se les da la posibilidad de consumir recreativamente «porque ellxs saben lo que quieren». Y no es ni tan así ni tan asá. Ni toda persona perteneciente a un sector popular consume y tiene problemas con eso, ni todo pibe de clase media «sabe lo que hace». Recordemos que en la Time murieron 5 personas, mejor hubiera sido que no consuman pero si al menos lo hubieran hecho de una manera cuidada, si hubieran contado con agua, asistencia, capaz la contaban. Ah no! pero si decís eso es apología.
La información siempre es poder, y brindarla va de la mano con ciertas leyes de avanzada con las que contamos en Argentina, escritas bajo gobiernos peronistas que hablan de la autonomía de las personas y de considerarlas SIEMPRE: en el diseño de los acompañamientos y en todo lo que tenga que ver con sus vidas, que buscan poner en tela de juicio la institucionalización como principal salida a las distintas problemáticas sociales y/o de salud mental y adiciones. En esta línea tenemos x ejemplo a la ley de Salud Mental y la de Niñez. Luego podemos discutir claramente si se le dedica el suficiente dinero a su efectiva aplicación.
Me preocupa que estas discusiones se reduzcan en «progres» y «lxs que pateamos el barrio», alejándonos entre nosotrxs y debilitando la defensa del paradigma de derechos humanos en el que se basan las leyes que menciono, que proponen abordajes integrales que contemplen la individualidad de cada sujeto y su contexto socio histórico, y que viven siendo cuestionadas y defenestradas por la derecha. Lo mismo me pasaba al escuchar que pelear por la ILE (interrupción legal del embarazo) era cuestión de progres, que “lxs pobres” tienen otras necesidades. Estos discursos parecen de derecha, cuando sostienen que las personas en situación de pobreza sólo precisan COMIDA. Ni acceso a la cultura, a la recreación, a abortar sin morir en el intento, etc., etc. Además, estas personas no forman parte de un grupo homogéneo, donde todxs desean y precisan lo mismo.
Acá nadie le propone a nadie que consuma, de hecho vivimos en una sociedad de consumo, que te pide que consumas todo el tiempo para pertenecer y que después se escandaliza cuando se consumen drogas (ilegales). No pasa lo mismo con otras prácticas y sustancias aunque contemos con cifras que indican que las que peores daños generan son las legales, x ej el alcohol y por qué no los psicofármacos. Lo que se intenta dar es información como decía al comienzo. Tan parecido al típico mensaje, si manejás no tomés alcohol, ese mensaje está en la línea de reducción de riesgo y daño.
Decirle a un pibe/a, si tu amigx se descompensa por consumo de drogas (donde se incluye al alcohol), no rajes, no lx dejes tiradx, “hacé esto y lo otro” hasta que llegue una ambulancia, llamá a adultxs responsables, acompañalx. Eso también es reducción de riesgo y daño. Consumir ya se consumió, y de reducir la oferta se encarga Seguridad, no los organismos de atención y prevención. Esos organismos tienen que informar, llamar a la reflexión, asistir a quien padece, entre tantas otras acciones. ¡Ojo con encontrar todos los males en las sustancias!, que luego aparecen rápidamente discursos que justifican la violencia de género “porque toma y pierde el control” (la culpa es de la sustancia) o que encuentran la explicación a que las mujeres sean abusadas porque se encontraban en situación de consumo.

“Si las mujeres se drogan se vuelven el DOBLE de vulnerables” (porque según el estereotipo de femeneidad, las mujeres somos vulnerables per se ¿no?). Esta campaña publicitaria “preventiva” está construida desde una mirada abstencionista: ¡no te drogues! Pero ¿qué mensaje se desprende de ella?: si te violan es tu responsabilidad porque consumiste drogas y no cuidaste de vos misma, nuevamente la culpable es la sustancia y no quienes abusan de las personas.
Mientras nos enloquecemos con «la droga», lo cual obvio es importante discutir, se corre el foco de por qué la gente tiene consumos problemáticos, ¿de qué vidas de mierda tenemos que zafar?, con una realidad social cada vez más imposible de ser vivida, y con vínculos familiares y comunitarios hechos pomo: sacale la droga y se le complica la vida con otra cosa. Repito, no digo esto porque «apoyo que lxs pibxs se droguen», simplemente lo digo porque pararme SÓLO desde ese lugar nunca me dió resultado. He ingresado muchxs pibxs, desde mi trabajo en el Estado, a comunidades terapéuticas, hogares convivenciales, etc. Y así como lxs ingresaba, si eso no era acordado con el/la joven, llegaba yo a Moreno (distrito donde nací, vivo al día de hoy y donde he trabajado varios años) y ellxs ya estaban acá. ¿Qué habría que hacer?, ¿encadenarlxs? ¿empastillarlxs?, ¿para que permanezcan?, ¿con qué sentido? La abstinencia puede ser una estrategia en un momento, las medidas compulsivas también, porque en algunas circunstancias pueden salvarle la vida a alguien. Pero no puede ser ni la única ni LA ESTRATEGIA por excelencia, ni el discurso hegemónico, ya se ha intentado y no funcionó.
Es urgente y necesario seguir luchando por la ampliación de derechos para todes y por la democratización de la información; por la construcción de más políticas públicas que trabajen en la prevención en materia de drogas y acompañen a quienes padecen consumos problemáticos de sustancias, pero desde una mirada que considere a las personas, sus necesidades y deseos, y los abordajes de reducción de riesgos y daños son justamente eso.
Noticias consultadas:
https://revistathc.com/2020/08/23/el-ultraderechista-que-impulso-la-primera-ley- argentina-contra-los-usuarios-de-drogas/ https://www.pagina12.com.ar/diario/sociedad/subnotas/25841-9426-2003-09-23.html