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Tres personas sentadas en un banco en una plaza. Una persona joven y un adulto se sientan a la izquierda del banco y usan sus teléfonos celulares. Apartado en el otro extremo un adulto mayor los mira. Los jóvenes están en color, el adulto mayor en blanco y negro.

Prejuicio y Vejez

Existe una valoración negativa hacia la vejez. De ella surgen prejuicios y valores asociados que estigmatizan y obstaculizan la posibilidad de expresar los deseos propios sin ser estigmatizado.

La vejez como cualidad de ser viejo se aplica a personas que han vivido más tiempo que las demás. Para nombrar al viejo se utilizan ciertos eufemismos que asignan o quitan características que fomentan la discriminación y la estigmatización. Esto último se observa en los términos “anciano” y “abuelo”.

La ancianidad (Iacub 2011) está asociada a la sabiduría. Se cree que porque se vivió más años es posible tener cierto lugar de portavoz de la experiencia pero no necesariamente por ser viejo se es sabio. Con la categoría “abuelo” se le asigna un rol al adulto mayor por su cantidad de años que no necesariamente coincide con la realidad. Estos ejemplos nos permiten preguntarnos si estas cualidades obstaculizan el surgimiento de otros roles: ¿una abuela puede ser mujer erótica? ¿Un abuelo puede vivir su sexualidad sin ser catalogado como “viejo verde”? ¿un viejo puede “no saber”? 

En la categoría adulto mayor se ubica la necesidad de designar a un sujeto sin tantas diferencias con el adulto medio reivindicando algo de autonomía. Esta categoría está menos desprovista de prejuicios (Iacub, 2011).

Se puede ubicar un declive normal que proviene de la edad y se observa en el olvido de nombres propios, enlentecimiento de la memoria, etc.  Éste no impide una vida autónoma y puede mejorarse a partir de la implementación de estrategias socio-cognitivas. El deterioro patológico se ubica cuando hay una mayor afección de las facultades intelectuales (Iacub, 2011). 

Las vejez por su nombre

La vejez no es sinónimo de enfermedad. La senilidad, como palabra, comienza a ser asociada a la enfermedad a partir del siglo XIX por parte de la hegemonía médica, asociada a la industria comercial de la medicina, la farmacología y el diagnóstico compulsivo e individual.  En la antigüedad, “senil” era usado para nombrar a los mayores de 60 años emparentados al Senado Romano (Iacub, 2011). 

Esta hegemonía reduce a la vejez al sistema médico, ya que desde el siglo pasado a esta cualidad se la ve como una triste letanía de enfermedades físicas y psíquicas (Iacub, 2001). La vejez será una etapa focalizada en las pérdidas según ésta concepción. De este modo, se corre el riesgo de caer en una profecía que se auto cumple (Salvarezza, 1999).

Según Iacub (2006) las imágenes de la vejez aparecen des-erotizadas. En el imaginario social no aparece la vejez asociada al deseo sexual debido a la supuesta imposibilidad física de concretar el acto. Esta idea presupone la naturalización de la sexualidad ligada exclusivamente a lo genital y a que los genitales en la vejez “no funcionan”. Si algo del orden del deseo aparece será clausurado a través de estigmas: “viejo verde”, “vieja sucia”, etc. Las reprimendas ante la actividad sexual de los adultos mayores serán equivalentes a las que se aplican a los niños- “eso no se hace”-, infantilizando al viejo. Un ejemplo de esto puede observarse cuando el Presidente de la Nación, Mauricio Macri, pidió bloquear los sitios pornográficos de adultos mayores porque “estaban como locos” (El Cronista)

Aceptar la existencia del deseo sexual en la vejez puede ayudarnos a ser más empáticos y menos jueces de la vida de los otros. 

Si te gustó este artículo, te puede interesar

Iacub, R. (2001) Proyectar La vida. El desafío de los mayores. Manantial: Buenos Aires, Argentina.

_______ (2006) Erótica y Vejez. Perspectivas de Occidente. Paidós: Buenos Aires, Argentina.

_______ (2011) Identidad y Envejecimiento. Paidós, Buenos Aires, Argentina.

Salvarezza, L. (1999). Psicogeriatría Teoría y clínica. Paidós, Buenos Aires, Argentina.

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