La bruja recibe a Hansel y Gretel. De fondo la casa de dulces. El estilo de la ilustración es antiguo

Hansel y Gretel y las cookies en internet

Las cookies en internet, que toman su nombre del cuento infantil Hansel y Gretel, son un sistema de almacenamiento de información que permite identificar y seguir el comportamiento de los usuarios para “mejorar su experiencia en la web”. Pero, ¿qué tal si es la bruja la que sigue nuestro rastro?

“All at once the door opened and an old, old Woman,
supporting herself on a crutch, came hobbing out”

(Hansel y Gretel, Los cuentos de hadas de
los hermanos Grimm, 1909) 

Una de las mayores paradojas de la llamada “Sociedad de la Información” es que la información misma se convierte en un bien comercializable, y como tal puede ser apropiado por los individuos. Por eso la información se convierte en commodity. A esta altura del desarrollo del capitalismo no hace falta aclarar que el modo en que se distribuye la propiedad de los bienes es estructuralmente desigual, es decir: algunos tienen, otros no. En este sentido, podríamos hacer la primer advertencia que nos proponemos con este artículo: si al mundo actual le cabe el nombre de “sociedad de la información” es porque los datos se han convertido en un motor e insumo importante del intercambio económico y no porque la información se haya democratizado, o los ciudadanos estén más informados.

Internet es un buen lugar para confirmar estas ideas. No sólo por lo obvio: la web está gobernada por un grupo de corporaciones contadas con los dedos de una mano que concentran un inmenso poder (y cada vez mayor) hasta el punto de determinar lo que existe y lo que no. Pese a los pomposos discursos moralistas de Silicon Valley acerca de un nuevo mundo interconectado, horizontal, libre, focalizado en las personas, estas corporaciones han focalizado sus esfuerzos consistentemente sólo en aquello que pueden monetizar, y el insumo más valioso que tienen para vender es tu información: si el servicio es gratis es porque nosotros somos lo que se está vendiendo.

Del panóptico a las galletitas (o cookies)

Todos los que navegamos frecuentemente por la web hemos escuchado hablar alguna vez de las “cookies”. Lo paradójico del asunto, es que pese a vivir en una era donde supuestamente estamos más informados, sabemos poco y nada sobre qué son, cómo funcionan, para qué sirven y cómo controlarlas. Así que pongamos manos a la obra para remediar un poco esta situación.

Para empezar, una definición: las cookies son archivos de texto que se almacenan en tu navegador (chrome, explorer, edge, firefox, safari, etc.) y que contienen cierta información sobre tus usos de la web. Cuando visitás sitios que utilizan cookies (casi todos), estos consultan la información ahí guardada para “recordar” tus “preferencias”, pero también pueden hacerlo para que los anunciantes puedan ofrecerte publicidades más acordes a tu perfil. ¿Nunca te preguntaste por qué cuando buscás algún producto en google después te salen publicidades relacionadas en otros lugares? No es casualidad, es marketing.

Las cookies toman su nombre del cuento de Hansel y Gretel:dos hermanos extraviados en el bosque (o abandonados por sus padres, según la versión), van dejando un rastro de dulces que finalmente les permite volver a casa (o ser encontrados, nuevamente, depende la versión). Mientras deambulan, Hansel y Gretel encuentran una casa hecha de dulces construida por una bruja para atraerlos, engordarlos y comérselos. No parece muy descabellado pensar en la web como esa casa de dulces construida por el capitalismo para devorar hasta el último hueco de nuestra vida con la lógica mercantil

¿L’apocalipsis existe y hoy empieza?

Comer dulces es rico y libera endorfinas. De la misma manera, navegar por la web satisface una enorme cantidad de nuestros deseos. La intención de este artículo no es aportar una visión apocalíptica del mundo en que vivimos, sino tan solo resaltar que existen mecanismos de control de nuestras actividades cotidianas de los que la mayoría de las veces no estamos enterados. 

Las cookies se pueden borrar vaciando los datos del navegador, o se puede evitar que guarden información con modos de navegación privados o con plug ins que las bloqueen. Sin embargo, es sólo uno de los métodos utilizados para registrar el comportamiento de los usuarios. Es más, existen otras vías por las que accedemos, muchas veces sin saberlo, a compartir nuestra información con terceros y el mundo digital avanza hacia dejar esta metodología en el pasado. 

En la sociedad de la información, cada paso que damos genera datos como nunca antes en la historia, y el capitalismo los aprovecha para ofrecernos un viaje más placentero. Lo importante es saber que todavía tenemos cierto control sobre la información que elegimos compartir, y si no lo tuviéramos deberíamos por lo menos saber que ese es el caso. Como toda relación entre dos, la que decidamos tener con la economía digital debería ser lo más consensuada posible.

¿Nuevas tecnologías? ¿Nuevos problemas?

Si entendemos nuestra coyuntura de este modo gran parte del misterio en torno a problemáticas de moda como la “posverdad” o las “fakenews” queda resuelto de un plumazo. No estamos diciendo que no haya nada para decir o analizar al respecto, más bien al contrario. Sin embargo, es importante despojarse de ciertos asombros evolucionistas agazapados en las premisas con las que se abordan estos problemas hasta ahora. 

“¿Cómo puede ser que en pleno siglo XXI se privilegien las creencias irracionales sobre la información chequeada?”, “¿Cómo puede ser que a esta altura del partido los periodistas hayan abandonado el hábito de chequear la información?”, “¿Cómo es posible que cada vez más existan fundamentalismos contrafácticos de todo tipo?”. La respuesta es una sola y sencilla: puede ser porque las sociedades no evolucionan linealmente de la sin razón a la razón. Si nos despojamos de este problema esencialista podremos analizar los problemas actuales con más justeza.

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