El nuevo lanzamiento de Marvel Entertaiment para la plataforma de streaming Netflix nos presenta una nueva formación de Súper Héroes integrada por Daredevil, Jessica Jones, Luke Cage y Iron Fist. Los cuatro parias, luego de sus propias temporadas, confluyen en The Defenders para enfrentar finalmente la amenaza de La Mano, que merodeaba en las sombras desde un comienzo. A lo Mascherano y Romero, cada uno de estos héroes desclasados, de un modo u otro, debe hacerse camino desde abajo hasta convertirse en héroe.
Daredevil es un abogado católico que perdió su visión en un accidente con fluidos radiactivos, pero al mismo tiempo desarrolló sobrenaturalmente sus otros sentidos. Jessica Jones es una detective privada con súper fuerza, importantes dificultades emocionales y problemas con la bebida, que adquirió sus poderes en una situación muy similar. Por su parte, Luke Cage es un afroamericano con piel indestructible producto de experimentos que le realizaron mientras estaba preso injustamente. Por último, Danny Rand, Iron Fist, es un niño rico desheredado que perdió a su familia en un accidente de avión y fue criado por monjes en los Himalayas, quienes le enseñaron a realizar cosas imposibles canalizando su chi.
En comparación con otros personajes de Marvel, “los defensores” son un grupo de súper héroes amateur que juegan en las ligas inferiores pero que también están más cerca de los problemas cotidianos del pueblo. Mientras Thor, Capitán América, Hulk y otros pelean contra grandes amenazas externas que ponen en jaque el actual dominio mundial (principalmente alienígenas), los Defensores luchan contra los problemas domésticos de la ciudad de Nueva York para preservar el orden, aún cuando signifique enfrentar la ley.
Avenges, The Defenders y los universos transmedia
Desde el 2008, con el lanzamiento de la película Iron Man, la división audiovisual de Marvel viene desarrollando con gran éxito un modelo narrativo transmedia, que en el mundo del cine resultó una importante innovación. Basado en la construcción de universos en los cuales conviven y confluyen diversas historias y franquicias, desde aquel estreno, el Marvel Cinematic Universe (MCU) lleva estrenadas más de 15 películas y en los últimos años comenzó su expansión a otras plataformas y soportes audiovisuales.
Gran parte de la destreza y audacia de la iniciativa radica en la adaptación de los productos a los diversos públicos. Si las películas son verdaderos Blockbusters aptos para todo público, las incursiones de la compañía en Netflix son producciones más adultas y oscuras, con una dedicación estética mucho más acabada en cuanto a composición y fotografía, y con un desarrollo más profundo de la psicología de los personajes y sus conflictos.
Daredevil abrió el camino en el mundo Netflix, corrigiendo para los fans el fiasco de la película homóloga protagonizada por Ben Affleck (2003). La historia del abogado católico que trabaja para quienes no pueden pagar sus servicios, pero con una enorme violencia reprimida y un insaciable impulso sádico de venganza, contenidos únicamente por una mayor moral y culpa religiosa, cautivó a los fans y a nuevos públicos y logró que Marvel y Netflix replicaran el modelo que tanto éxito había tenido en la pantalla grande. Después de algunas temporadas de cada héroe por su parte, llegó el momento de la unión del equipo.
Apocalípticos e integrados
Más allá de las cuestiones estéticas, narrativas y taquilleras que estas series efectivamente tienen, y merecen ser destacadas, hay un elemento filosófico que se vuelve a tematizar una y otra vez, como un hecho maldito del audiovisual burgués.
Desde los anales de la historia del Comic, los súper héroes aparecen como una fuerza garante del orden consagrado (a veces más explícitamente), y como marca distintiva de la cultura del comic norteamericano, della orden mundial hegemonizado por Estados Unidos.
Sin embargo, un análisis como ese se queda muy corto ante otras tensiones que aparecen bastante palpables cuando la función de propaganda no asume un rol tan central. Los productos de la cultura popular y de masas trabajan con las matrices culturales, por supuesto que forman parte de la cultura dominante, más aún cuando integran la industria cultural y en particular las formas dominantes de ésta como es el caso de Netflix. Sin embargo, del mismo modo que recientemente intentamos llamar la atención sobre otras cosas a observar en los productos culturales –con un artículo sobre la telenovela Chiquititas–, también en estos casos pueden utilizarse estas historias para pensar.
Como sostiene Néstor García Canclini, el consumo sirve para pensar (1995). No desde una perspectiva iluminada en la que quienes no consumen determinados productos de la cultura de masas globalizada examinan con pericia los errores en que incurren quienes sí los disfrutan. Muy al contrario, el consumo cultural brinda recursos a quienes acceden a él para pensarse a sí mismos y a sus relaciones sociales. El consumo de los productos de las industrias culturales ofrecen mundos de sentido que permiten encuadrar las propias experiencias y hasta ofrecer soluciones a los propios conflictos a través de fantasías, incluso antes de que podamos plantearnos la pregunta.
La ley y el orden: Unidad de Casos Súper Heroicos
Si bien la nueva era del audiovisual parece haber relegado a un segundo plano las series policiales al estilo CSI y La Ley y el Orden, estas franquicias de súper héroes ciudadanos parecen hacerse cargo de los mismos problemas, pero desde la óptica opuesta. Mientras que los policías de aquellas series resolvían desde las instituciones todo tipo de crímenes, Daredevil, Jessica Jones, Luke Cage y Iron Fist se hacen cargo de los problemas que aquejan a la Nueva York globalizada, desde la óptica del justiciero.
Cada uno, a su manera, resuelve de modo privado los problemas de los ciudadanos de Nueva York y se convierte en un referente de la “justicia”, en un mundo donde las instituciones se ven absolutamente sobrepasadas. No faltan el policía (la espectacular adaptación de Misty Night), el periodista (Ben Urich o Karen Paige), el abogado (Foggy) que aún apuestan a que la organización social provea la respuesta, sin embargo, siempre terminarán decepcionados, muertos o aceptando la “justicia por mano propia”.
En estas fantasías el orden se ve jaqueado por amenazas para las cuales la ley no tiene (ni tendrá) herramientas para hacer frente. Sólo la intervención de súper hombres (y mujeres), o de algún escuadrón constituido por ellos, pueden ofrecer respuestas. Pero lo más interesante, es que el conflicto entre la legalidad y la intervención individual para la restauración del orden son tematizadas explícitamente como conflicto.
El sistema no puede pero, aunque sea ilegal, alguien debe hacerlo. Entre la ley y el orden, claramente prevalece el orden, se termina tolerando la violación de las leyes para preservarlo.
El llano en llamas
Nueva York ciertamente no es Buenos Aires. Ni el MCU es el mundo real. Pero las series de Netflix son un producto cultural producido en una época y para un público que debe vincularse afectivamente con ellas. Por eso es válido prestar atención a los sentidos y conflictos que se presentan en estas series para así preguntarnos qué dicen de nosotros.
¿Por qué no pensar que este tipo de narrativas representan formas de tramitar socialmente las angustias que experimentamos día a día ante un sistema que no nos da respuestas? ¿No se puede leer en estos productos, además de un excelente entretenimiento, la canalización de pulsiones violentas, el voyeurismo en la fruición estética, la sublimación en la fantasía y la desmentida de un sistema que está fallado pero puede ser salvado por súper hombres (en el sentido de los comics, pero también en el de Nietzsche)?
En definitiva, ¿qué es lo que defienden los héroes razos de Nueva York, los políticamente más incorrectos hasta ahora en el MCU? Defienden a los ciudadanos abandonados por la corrupción, la ineficacia e incluso por la incapacidad estructural del sistema, sí. Pero también van en defensa de una fantasía simbólica de que ese orden social podría algún día ser armónico. ¡Sí, se puede!
En ese sentido, los espectadores estamos con suerte. Mientras nuestros Héroes sigan cubriendo las grietas del mismo sistema que genera sus enemigos, tendremos grandes historias para rato. Y tengámoslo por seguro, Matt Murdock, Jessica Jones, Luke Cage y Danny Rand seguirán defendiendo el orden, incluso en contra de la ley si hace falta, hasta el límite mismo del apocalipsis, porque es mucho más fácil pensar en la destrucción del mundo, que en un mucho más modesto cambio de orden.