Mujeres marchan en contra de los femicidios. #NiUnaMenos

“Ni Una Menos”: la marea transversal

El pasado 3 de junio se cumplió el tercer aniversario de la marcha “Ni una Menos” desde aquel primer encuentro en 2015 donde más de doscientas mil personas desbordaron los alrededores del Congreso de la Nación con el grito desesperado de “vivas nos queremos”, “dejen de matarnos”, “ni una menos”. Según los informes realizados por la asociación civil  “La Casa del Encuentro”, ese año se registraron 286 femicidios. En 2016 la cifra aumentó a 290 y hoy se habla que en nuestro país matan a una mujer cada 18 horas.

El tema se instaló en los medios y gracias a las incansables luchas políticas y discursivas (que aún se siguen dando) se logró eliminar el rótulo “crimen pasional” con que muchos periodistas presentaban la noticia para hablar de femicidios. Aún así, el tratamiento mediático continúa reproduciendo las desigualdades de género al culpar a las víctimas, focalizar en su vida personal e íntima y desviar la atención deslizando el tratamiento de la noticia hacia los ribetes más morbosos de la crónica policial. Está claro que a la responsabilidad del Estado se suma la responsabilidad de todo el conglomerado de medios para poder desplegar un tratamiento integral y contextualizado que se enfoque en brindar asesoramiento y respaldo y no en multiplicar el temor que resulta aleccionador para muchas personas.

Pero este enorme colectivo, caracterizado por la diversidad de pertenencias y trayectorias de sus integrantes, logró traspasar el reclamo contra la violencia machista expresada de manera extrema en los femicidios, para abrazar prácticamente todas las dimensiones de la vida impregnadas por esta violencia. Y cuando decimos “todas”, no nos tiembla el pulso. El clamor del movimiento de mujeres expresado en el colectivo “Ni Una Menos” es regional y mundial, a la vez que transversal. Muchas de las mujeres que se acercaron a marchar los 3 de junio, en el Paro de Mujeres de 2016 o en cualquiera de las continuas convocatorias ya eran feministas. Otras, nos fuimos descubriendo feministas al entender que no podíamos dejar en suspenso la lucha por nuestros derechos, porque en ello se nos iba la vida. Y ciertamente, el feminismo (en sus múltiples variantes, pero sobretodo el feminismo popular) es el que ha impregnado las discusiones y luchas que viene dando este colectivo en todos los ámbitos.

Parece ser justamente esto lo que tanto molesta a algunos sectores de nuestra sociedad que, luego de la pasada convocatoria, volvieron a cuestionar la “politización” de “Ni una Menos”. Estas críticas vertidas en medios de comunicación y redes sociales buscan impugnar la legitimidad de los reclamos. Hacen un elogio de la “espontaneidad” de los sueltos y sueltas mientras demonizan a las columnas organizadas de mujeres, las pertenencias políticas diversas, la inscripción en un movimiento que sea mucho más que la suma de individuos aislados. Pasamos  de la denominación pública de “crimen pasional” a “femicidio” y hay congoja en los medios cada vez que asesinan a una de nosotras. Pero hasta ahí nomás, mujeres. No se les perdona la organización, la interpelación a los partidos políticos, a los jueces, a los sindicalistas, a los organismos internacionales, a los mandatarios, a los jefes, a los maridos y parejas desde una estrategia que es política porque implica intervenir en la realidad para transformarla. En este sentido, se manifestó la periodista Marta Dillon el pasado 4 de junio en Página/12:

[…] por más que nos quieran blancas –sin reclamos políticos–, calladas –diciendo sólo que “dejen de matarnos”–, sumisas –mientras se demoniza a las que pintan paredes–; la fuerza está en la mezcla, en la intersección, en entender que cuando se habla de “cambio cultural” para terminar con la violencia machista, esto no puede ser dicho sin pensar en fortalecer la educación pública, la atención de la salud, el modo en que se eligen los jueces y las juezas, la paridad en la representación política, la autonomía de los cuerpos también legislando por el aborto libre y seguro. Sí, se trata de política. 

La nota completa de Marta Dillon puede leerse en https://www.pagina12.com.ar/42025-el-desborde

Lo que tampoco se le perdona al movimiento de mujeres es la fiesta, el rito, el abrazo, el dolor hecho canción o poema, convertido en grito desgarrador que perturba la monotonía de la ciudad. Otra vez vuelven las brujas a encender sus calderos, a traer su magia, sus plantas, sus aromas y eso estaba desterrado. Vuelven con su danza, con sus cuerpos amontonados y en comunión, lejos del consumo pornográfico en solitario para el placer del macho. Ahora para ellas es el dolor, pero también la libertad y el placer.

En la calle, el trabajo, el hospital, la cárcel, la universidad, la escuela; en el transporte público, en el Congreso y en otros órganos de representación; en el boliche, la reunión con amigas, en la casa y en la cama se expresa la violencia machista como parte del entramado cultural heredado del sistema patriarcal en que vivimos. Y en todos esos ámbitos las mujeres estamos cuestionando los órdenes instituidos y naturalizados, proponiendo alternativas, organizando acciones. Las mujeres estamos tejiendo redes con otras mujeres, aprendiendo el significado íntimo y sanador de la palabra “sororidad”, charlando sobre lo que nos da miedo hacer o dejar atrás. Preguntándonos si queremos ser madres o no y si lo deseamos cómo queremos que sea nuestro parto. Cuestionando los relatos de princesas y guerreros y la división por sexo de los juguetes para las infancias. Interrogándonos dónde están los nietos apropiados y qué se hizo con las mujeres que los parieron en los campos de exterminio de la última dictadura militar. Susurrándonos quiénes somos, a quién o quiénes queremos amar, saliendo del lugar de la complacencia de los otros. También están los hombres que abrazan y acompañan al cuestionar sus privilegios de género. Con ellos podemos avanzar en las tareas de cuidado y limpieza compartidas en el hogar y en formas más justas de relacionarnos.

No es  simplemente lo que pasa sino por qué pasa, cómo pasa, quiénes se benefician con eso y qué tenemos que hacer para que no pase más. El colectivo “Ni una Menos” no desconoce que el hilo conductor de todas las violencias está dado por la desigualdad social del sistema capitalista mundial (que afecta fundamentalmente a las mujeres y cuyo fenómeno es denominado “feminización de la pobreza”) sumado a un sistema de relaciones patriarcales y un esquema de poder imperialista donde todavía hay pueblos que luchan por su soberanía y autodeterminación. En este contexto, ser mujer y ser pobre tiene lamentables consecuencias. Ya lo sabrá Milagro Sala, dirigente social y diputada del ParlaSur  (quien, además de mujer y pobre, es colla) presa hace más de un año por encabezar una protesta contra el gobierno jujeño. Así también, se sumó en las calles el pedido por la libertad de Higui, presa por haber causado la muerte de uno de los diez hombres que intentaron violarla por ser lesbiana. Gracias a la lucha inclaudicable del colectivo de mujeres, la Cámara de Apelaciones de San Martín le concedió la excarcelación extraordinaria. Y como si fuera poco, ahora este colectivo dice “Vivas y desendeudadas nos queremos”, en relación al incremento de la deuda externa que realizó el Gobierno argentino, que implica una vieja receta de obediencia, una soga al cuello para las generaciones presentes y futuras porque entienden la deuda como otra forma de violencia que pone en riesgo nuestras vidas.

La marea transversal avanza con cantos, llantos, gritos que vienen desde las entrañas, ahogos que se consumen en el abrazo de una compañera. Pero también con bailes y rituales de vida que se pierde y se recrea, que se ofrenda para todas y para una misma. Con fuegos para andar el camino y redes para no caer. La marea avanza, irreversible.

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