“La revolución es, ante todo, el triunfo de las nuevas formas de la justicia social, y del derecho victorioso del más débil, del más olvidado en la escala de los valores humanos”.
Evita
El 9 de septiembre de 1947 se sancionó la ley 13.010 que garantizaba el derecho al voto femenino. El logro democrático no se consagró sin antes un arduo debate que verbalizó prácticas y sentidos imperantes de la época. La propuesta consiste en recorrer brevemente el camino de tutelaje que ha sufrido la mujer a lo largo de la historia y qué lugar tuvo en el peronismo.
LA MUJER IDIOTA
Para Aristóteles existían hombres “naturalmente gobernantes”- libres y activos que participaban en la Polis del Estado y la Justicia- y “naturalmente gobernados”- esclavos, mujeres y niños.
Se creía que la mujer carecía de una racionalidad completa. Sus actividades estaban destinadas al ámbito privado y su rol era el de esposa-madre. Se le asignaban cualidades relacionadas a lo afectivo, como la bondad y la sensibilidad, mientras se anulaba su capacidad mental.
En la modernidad capitalista el concepto de ciudadanía estaba determinado por las relaciones sociales e institucionales, gracias al surgimiento del contrato como figura jurídico-administrativa.
LA MUJER TUTELADA
La Dra. Ana María Fernández explica que no todos los sujetos de la Sociedad Moderna fueron insertos en el marco contractual. Los locos y criminales fueron encerrados [1] y para los vagabundos se crearon centros de asistencia. Con los obreros se aplicó la desigualdad en la distribución de la riqueza. Para las mujeres y los niños surgiría la figura de la tutela. La mujer burguesa será tutelada primero por su padre y luego por su marido. La mujer obrera era sujeto de contrato pero en desigualdad de condiciones bajo el imperio de la lógica patriarcal. El excedente de su trabajo era apropiado por su condición de obrera pero también por su condición de mujer (sueldos más bajos que el de los hombres, menor protección social).
Si en la edad media los imperios de la verdad estaban en Dios, en la modernidad estarán en la razón. El mundo doméstico será un saber práctico producto de la experiencia que atraviesa el alma y el cuerpo. Lo femenino será lo sentimental y lo tierno. Lo público será el ámbito de la razón y la intelectualidad y por lo tanto, destinado a los hombres.
La mujer desempeñó un papel fundamental para el desarrollo del capitalismo. De manera directa a través de la mano de obra, y de manera indirecta a partir de sus labores hogareñas y mediante la reproducción que aseguró la fuerza de trabajo, de la que se enriquecían los patrones. Así fue como históricamente se desdibujó el valor agregado que genera el trabajo en el hogar.
Con la expansión del capitalismo en Argentina hacia 1895 un 15.7% del total de la mano de obra industrial eran mujeres [2]. Éstas, solteras o casadas, salían a buscar empleo, se retiraban durante su período reproductivo y regresaban cuando sus hijos ya estaban criados.
En el campo las mujeres compartían las labores rurales con los hombres. Hacia 1914 el 18.1% de los trabajadores azucareros eran mujeres (en el Ingenio Ledesma, el porcentaje llegaba a 40%) [3].
En las primeras décadas del siglo XX debido a las luchas obreras socialistas y anarquistas se empezaron a implementar distintas medidas políticas para adormecer los aires revolucionarios: Ley Sáenz Peña -que estableció el voto universal, secreto y obligatorio-, y un acceso más fácil a viviendas y terrenos como antídoto para las ideas de izquierda [4], ya que se consideraba que la familia ordena y promueve las relaciones lícitas. Según esta lógica el “hombre de familia” tendería a valorar más los placeres de la vida privada alejándose de los disturbios y manifestaciones populares. Quien valora su autoridad de “jefe de hogar” valorará las instituciones y a la autoridad.
“[el obrero] Ya no es un átomo del montón anónimo, y es ahora cuando se siente verdaderamente un ciudadano libre, responsable y jefe protector de una familia. No le busquéis ya en el boliche ni la cantina. Ahora le veréis los domingos aprovechando la hora de descanso en mejorar y embellecer su vivienda, desarrollando sus gustos y su cultura. La vida en familia es ya agradable, los lazos de amor se estrechan, los hijos crecen en una atmósfera pura de orden y cariño y la felicidad reina en aquel modesto hogar” [5].
Durante la década infame se reprodujeron mensajes que apuntaban a la mujer como guardiana de los valores morales. Ella debía ser un ama de casa dedicada a criar niños correctos. En esta línea surge la Sociedad de Beneficencia para garantizar y asegurar las virtudes naturales de las mujeres pobres. Todo esto no hubiera sido posible sin la ayuda de los medios de comunicación, la iglesia y hasta los consejos de los pediatras.
LA MUJER DESCAMISADA
El 17 de octubre de 1945 miles de obreras fueron protagonistas de un suceso que marcará un antes y un después en la historia Argentina, exigiendo la liberación del General Perón en las grandes ciudades de nuestro País. Eva Perón lo recordaba así:
“(…) la mujer con magnífico impulso, se colocó de pronto en la trayectoria de su mejor derecho: el de influir en los destinos de su patria. Tu misma, la que aquella madrugada arrojaste el delantal de la fábrica para empuñar el cartelón de la revuelta callejera, fuiste la que decidiste el valor nuevo perentorio de tu sexo. Tu voluntad fue la voluntad de miles de compañeras indóciles. Tu convicción fue la convicción de tu hogar, el que salvó allí la revolución del pueblo. Tu pensamiento recóndito expresado en griterío desordenado mostró al país que la ´descamisada´ en marcha era desde entonces la dueña de su propio destino [6].”
La mujer argentina y trabajadora tuvo un rol fundamental en la candidatura y el posterior triunfo de Perón con la creación de centros cívicos femeninos y movilizaciones obreras. En todos los diarios de la élite Argentina se destacaban sus modos chabacanos y vulgares en las manifestaciones. Las descamisadas cantaban “sin corpiño y sin calzón somos todas de Perón”.
Eva Perón comienza a emitir discursos que tienen como fin la persuasión de las mujeres para consolidar con ellas una relación fraternal. El discurso pronunciado el 25 de Julio de 1946 [7], dirigido a sus pares, tenía como eje que éstas comprendieran su rol.
“(…) no podemos nosotras las mujeres peronistas permanecer ausentes ni tampoco indiferentes en esta lucha crucial que ha emprendido el Gobierno Nacional contra la sórdida avidez y el egoísmo menguado de los que intentan lucrar con la angustia de la clase trabajadora, sembrando de zozobra sus hogares y haciendo peligrar sus propias vidas”.
Concebía a la mujer como el eje organizador de la familia pero además les pedía que agregaran el valor de la justicia social, la independencia económica y la soberanía política. Evita era consciente que la mujer, además de ama de casa, se desempeñaba un rol importante en el ámbito público y político. Sabía que históricamente había tenido racionalidad completa, pero ésta le había sido negada por los hombres. El voto femenino institucionalizó algo que ya existía pero de manera clandestina, y que mantenía al Estado estaba en deuda con las mujeres.
“Hablo a todas las mujeres de mi país que trabajan y luchan rudamente por su hogar. A las que la fortuna adversa o el humilde destino han llevado allá, al pequeño refugio del taller, la fábrica o la oficina. Hablo a mis hermanas del campo, del quebrachal y del ingenio. A las que optaron por dar a su nombre, a la par que su ternura, su dedicación y su periódico sacrificio del trabajo. Hablo a las que necesitan defender algo y seguir teniendo fe en la justicia social de un pueblo… [8]”
EL DERECHO A SER ELEGIDAS Y EL VOTO FEMENINO
El 23 de septiembre de 1947, con un discurso de Eva Perón en la plaza de mayo, se promulgó la ley. Con el voto femenino la mujer no sólo elegía, sino que adquiría el derecho a ser elegida, dejando atrás la posición tutelar.
“(… ) El voto femenino restablecerá esa ausencia de iniciativa pública de la mujer. El voto femenino abolirá, al fin, el complejo de inferioridad de la mujer, ante el panorama dinámico de su País. El voto femenino avasallará el tutelaje incomprensible que las leyes ejercen sobre la mujer argentina, y la colocará, por fortuna en el plano de la vigencia política a que su sacrificio permanente le ha dado justo derecho” [10].
El 11 de noviembre de 1951, las mujeres argentinas emitieron por primera vez su voto. En esa ocasión votaron 3.816.654 mujeres. El 63,9% lo hizo por el Partido Peronista, el 30,8% por la Unión Cívica Radical. A su vez, el Partido Peronista fue el único de ambos que llevó mujeres en sus listas. En 1952 asumieron sus bancas 23 diputadas, seis senadoras y 77 representantes en las legislaturas provinciales.
Evita anunciará el rompimiento del tutelaje social al que la mujer había sido sometida. Ahora la mujer podría seguir preocupándose por la moral y la política de su Patria como lo había hecho en su accionar espontáneo del 17 de octubre, pero además podría exigir que se le reconociera el derecho a tener esas preocupaciones. [11]
Dos años después de la sanción del voto femenino sería fundado el Partido Peronista Femenino, cuya Presidenta fue Evita. Allí se eligieron un conjunto de delegadas que eran enviadas a las provincias para establecer Unidades Básicas. Ya para 1951[12] el Partido Peronista Femenino contaba con 3.600 Unidades Básicas en todo el país, desde grandes casonas antiguas hasta casas de adobe en caseríos rurales. En éstas se desarrollaban campañas de alfabetización, adoctrinamiento político, jornadas culturales y recreativas. Canalizaban los pedidos de la población y los llevaban a la Fundación Eva Perón o al Estado nacional.
La mujer en el Peronismo no sólo sería dignificada a través del voto femenino. El reconocimiento de los hijos ilegítimos reparaba la estigmatización y la falta de protección de madres y niños generalmente de clases populares. Ahora esos niños eran protegidos por el Estado y las madres podían estar más tranquilas y menos criminalizadas. El divorcio también fue un logro para la mujer argentina junto con la igualación del hombre y la mujer en el matrimonio. En el plano de la cultura se elegía a la “reina del trabajo”, combatiendo aquel prejuicio oligárquico de que la mujer “linda” no era “trabajadora”.
El ingreso y participación de la mujer en la política no fue algo fácil. Muchas tuvieron que vencer sus propios miedos y desenvolverse en un ambiente que históricamente había sido destinado a los hombres y que era muy hostil. Muchas tuvieron que enfrentarse a sus padres, o maridos que, sosteniendo los instituidos de género, se oponían a la participación política de la mujer.
Si bien la figura de Perón para el Partido Peronista Femenino podría pensarse como una especie de subordinación femenina, es indiscutible que la incursión de la mujer en la política durante el peronismo resultó una acción revolucionaria y transformadora.
Reviví el discurso de Eva Perón en ocasión de la promulgación de la ley de voto femenino
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[1] Fernández, A.M: “ La mujer de la Ilusión”, Capítulo 6.Paidós.
[2] Adamovsky, Ezequiel: Historia de la Clase Media argentina.
[3] Ibidem.
[4] Ibidem.
[5] Emilio Berger: “el hogar propio”, La Argentina,15/2/1909, Lectores.p.4.
[6] Mensaje pronunciado el 12 de marzo de 1947, desde la residencia Presidencial, en Olivos, a las 21hs, por L.R.A. Radio del Estado y la Red Argentina de Radiodifusión.
[7] Discurso de Evita 25 de julio de 1946 por L.R.A Radio del Estado y la Red de Argentina Radiodifusión.
[8] Discurso del 9 de octubre de 1946, por L.R.A Radio del Estado y la Red de Argentina Radiodifusión.
[9] Mensaje pronunciado el 27 de enero de 1947 por L.R.A. Radio del Estado y la Red Argentina de Radiodifusión.
[10] Mensaje pronunciado el 12 de febrero de 1947 por L.R.A. Radio del Estado y la Red Argentina de Radiodifusión, dedicado a las mujeres argentinas y su derecho a elegir y ser elegidas.
[11] Mensaje pronunciado el 12 de marzo de 1947, desde la residencia Presidencial, en Olivos, a las 21hs, por L.R.A. Radio del Estado y la Red Argentina de Radiodifusión.
[12] Adamovsky, Ezequiel: Historia de la clase media Argentina.