Evita saluda desde el tren sanitario a sus descamisados. La Descamisada

El último adiós de Evita

Evita fue uno de los personajes de la historia Argentina con mayor relevancia e influencia política.  Puta y Santa. De muchacha humilde nacida en el interior de la Provincia de Buenos Aires a esposa del Presidente de la Nación. Creadora de la Fundación Eva Perón, "jefa espiritual de la Nación", "La Perona", y la "abanderada de los humildes. ¿Cómo fueron los últimos días de esa mujer?

¿Cómo una sociedad cristiana y “civilizada” permitía que cada año se condenara a morir de hambre a ochenta millones de personas, que dos tercios de la población padeciera desnutrición y que el 15% gozara de más bienes que el 85% restante?, se preguntaba Evita ante la paradojas de una sociedad que viene predicando el Evangelio desde hace más de dos mil años (Galasso, 1999).  Ella no creía en el consenso: “no hay entendimiento posible con quienes nos entregan y roban nuestra libertad”, decía.

El odio hacia Evita estaba encarnado en los sectores oligárquicos de la sociedad, en las jerarquías militares y en cierta clase media que si bien existía gracias al peronismo, el árbol les tapaba el bosque. El padre Benítez comentó que en una ocasión un obispo se le acercó y le confesó: “Yo no me explico cómo usted puede defender a una puta” (Galasso, 1999).

Evita amó al pobre y condenó al rico, porque este último era causa del primero. No condenó al rico por ser rico, sino por su carácter de enemigo del pobre. Evita no renunció a la riqueza, renunció al orgullo frente al pobre, que crea la riqueza (Galasso, 1999).

El Padre Benítez, quien la acompañó en sus últimos días, fue también consejero espiritual de la fundación Eva Perón, acompañante en el viaje de Evita a Europa en el año 1947 y director de publicaciones de la Universidad de Buenos Aires. Su testimonio guarda la intimidad de Evita y puede facilitarnos datos históricos que nos permiten transportarnos a sus últimos días. Benítez recuerda que cuando aparecía un enfermo él se tiraba para atrás, mientras que ella no vacilaba en abrazarlo y encargarse de él. Llegaba a la residencia presidencial luego de las jornadas laborales llena de piojos y liendres (Galasso, 1999).

Una anécdota del Padre, retrata su pasión:

Era un 14 de julio en que por azar me tocó acompañarla (a Evita) al festejo del día de Francia… por Cerrito había una vieja mal entrazada, llorando, hablando con unos curiosos. Evita dio orden de parar y bajamos. La viejita no entendía ni sabía explicar lo que exigían en la sucursal del Banco. Le mostró a Eva el documento y entraron al edificio. Eva caminó a lo largo del mostrador principal llevando por el hombro a la viejita llorosa. De pronto se oyó su voz terrible paralizando desde el gerente hasta el ordenanza: Díganme, señores, ¿quién de ustedes fue el hijo de puta que le dijo a esta señora que vuelva mañana? (Galasso, 1999).

Aurora Venturi trabajó como psicóloga en la Fundación Eva Perón, y recuerda:

A la Fundación llegaba (Evita) a las ocho de la mañana y se iba a las cuatro del día siguiente. Las piernas se le hinchaban, se sacaba los zapatos debajo del escritorio y quedaba descalza. Había que verla de cerca, en el trato diario, podía ser insoportable de tan inmediata. Cuando me decía a mí o a otros «esto lo quiero para mañana», había que tenerlo listo porque si no se le escapaban insultos gruesos, descargaba toda su rabia en el que tenía delante, le saltaba la bronca. Era difícil estar con ella en esos momentos. Después, la entendí: se le acababa el tiempo, estaba muy apurada… Me acuerdo del chico de las moscas. Yo la había acompañado a una recorrida por las barriadas pobres. Por entonces, las villas eran buenas, se podía entrar, no había violencia, sólo pobreza, mucha pobreza. Se nos acercó un chico que tenía la cabecita completamente negra… eran moscas. Evita no se contuvo y se largó a llorar, después pidió que lo lleváramos al hospital donde se curó, pero a ella nunca se le fue la impresión. Esas cosas le daban una rabia inmensa, se volvía loca” (Clarín).

Luego de su viaje a Europa, Evita envía un proyecto de ley al Congreso para armar a la CGT, con el objetivo de crear milicias obreras que sostuvieran la obra del  peronismo. Eva estaba segura que las altas jerarquías militares atentarían contra Perón. El  proyecto no fue aprobado por presiones del General.  Luego del intento de Golpe de Estado de 1951 a cargo de Benjamín Menéndez, Evita compra a Holanda 5 mil pistolas y 500 ametralladoras que nunca llegan a manos de la CGT. Por orden de Perón, llegarán a manos militares.  

Los últimos días de Evita

Tras la evidencia de su enfermedad las reparticiones públicas comenzaron a ser adornadas con bustos de la primera dama. El partido de Quilmes y de La Plata, al igual que la Provincia de La Pampa pasaron a llamarse Eva Perón. En junio de 1952 el Diputado Héctor Cámpora presentó un proyecto de ley para condecorar a Evita con el collar de la Orden del Libertador General San Martín, que fue aprobado días después (Otelo, Vacca, 1971:290) y el 17 de octubre de 1951 recibe la Gran Medalla a la Lealtad Peronista en Grado Extraordinario.

El Dr. Pack visitó a Eva Perón hacia fines de 1951; dijo que podía morir de un momento a otro y la invitó a vivir de manera más tranquila, porque si no seguía sus consejos las posibilidades de salvarla serían nulas (Perón, J.D, 2006). Perón cuenta que intentó intervenir, pero sin éxito. Evita continuaba yendo a su oficina, recibía gente, regresaba a altas horas de la noche y a veces al alba. Ante la reprimenda de Perón ella contestaba: “Sé que estoy muy enferma y sé también que no me salvaré. Pienso, sin embargo, que hay muchas cosas más importantes que la vida y si no las llevase a cabo, me parecería que no habría cumplido mi destino” (Perón, J.D, 2006).

Los descamisados apelaban a todo tipo de creencias para  pedir el restablecimiento de la salud de la abanderada de los humildes. Altares caseros, cadenas de oración recorrían todo el país. Muchos descamisados del interior llegaban a Buenos Aires para pedir frente a la residencia presidencial, por la salud de Evita

Luego del discurso del 1º de mayo de 1952 sus fuerzas se acabaron y la obligaron a guardar cama. Perón recordaba así aquellos días finales:

Aquellos días de cama fueron el infierno para Evita. Estaba reducida sólo a piel, a través de la cual se percibía ya el blancor de los huesos. Sólo los ojos parecían vivos y elocuentes. Se posaban sobre todas las cosas, interrogaban a todos; a veces estaban serenos, a veces me parecían desesperados. Las fuerzas la habían abandonado (Perón, J.D, 2006).

El 20 de Julio de 1952 la CGT organizó una misa en el Obelisco cuya concurrencia superó el millón de personas, bajo la lluvia y el frío. El padre Benítez cuenta que durante la misa tiene una conversación con Perón porque Evita quería escuchar misa. Él dice: “Está muy bien (Evita), pero el que está mal soy yo, estoy llorando de emoción. Quisiera morirme antes que ella” (Perón, J.D, 2006).

Mientras en los barrios populares rogaban por su salud, los mediocres escribían “viva el cáncer”. Una semana antes de su muerte quiso hacer un testamento:

Deseo que todos mis bienes sean puestos a la disposición de Perón en su calidad de representante del pueblo argentino. Mis bienes son patrimonio de mi pueblo y del movimiento peronista; los derechos de mi libro entréguese a mi marido y por su mediación, a nuestra gente. Mientras Perón viva, él podrá disponer de todos mis bienes como mejor lo crea; podrá hacer de ellos lo que quiera. A él dediqué mi vida y por tanto todo lo que fue mío, le pertenece. Después de la muerte de mi marido, todo será del pueblo. Dispongo que mis joyas sirvan para crear un fondo de ayuda social; ellas no son mías, en parte me fueron regaladas por mi pueblo. Estas y otras que recibí de mis amigos extranjeros deberán servir para crear alguna cosa útil y permanente, para la tranquilidad de la gente miserable” (Perón, J.D, 2006).

Perón cuenta que el día antes de su muerte lo mandó a llamar. Sentado a la orilla de la cama pudo visualizar el esfuerzo de ella para incorporarse y su respiración casi agónica “no me queda mucho por vivir…te agradezco cuanto has hecho por mí. Te pido una sola cosa… no abandones a la gente pobre… es la única que sabe ser fiel” (Perón, J.D, 2006).

A las 21.36, el locutor oficial Jorge Furnot, declaraba en cadena nacional: “Cumple la Subsecretaría de Informaciones de la Nación el penosisimo deber de informar al pueblo de la República que a las 20.25 horas ha fallecido la señora Eva Perón, Jefa Espiritual de la Nación”.

En uno de sus últimos discursos Evita advierte a los trabajadores que debían estar alertas porque el enemigo estaba al acecho y con sus últimas fuerzas, en el balcón de la Casa Rosada, frente a la Plaza del 17 de octubre, donde nació el Peronismo dice: “Yo le pido a Dios que no permita a esos insensatos levantar la mano contra Perón, porque ¡guay de ese día! Ese día, mi general, yo saldré con el pueblo trabajador, yo saldré con las mujeres del pueblo, yo saldré con los descamisados de la patria MUERTA O VIVA, para no dejar en pie ni un solo ladrillo que no sea peronista” (Discurso Eva Perón 1 de mayo de 1952).

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