Una casita de naipes a la vera de un arroyo. Delante la casita la K (rey) y la Q (Reina), La Reina tiene gotas de agua, el Rey está seco

Igualdad de género ¿Realidad o utopía?

Aunque la llegada de las mujeres a puestos jerárquicos ha aumentado en los últimos años, la igualdad de género está lejos de hacerse realidad. La sociedad a través de sus instituciones sigue reproduciendo los estereotipos que asocian a la mujer con la belleza física, la maternidad y el cuidado del hogar. ¿Dónde estamos y hacia dónde vamos? Son algunos de los interrogantes que plantea esta nota.

“La utopía está en el horizonte. Camino dos pasos, ella se aleja dos pasos y el horizonte se corre diez pasos más allá. ¿Entonces para qué sirve la utopía? Para eso, sirve para caminar”. 

Eduardo Galeano

Cuando mi mamá inició su primera clase en la Facultad de Ingeniería, el profesor le preguntó si estaba allí para buscar marido. Corría el año 1981 y el número de alumnas en el curso ascendía a tres. 

En Octubre de 2017, Jacinda Ardern, una laborista de 37 años ganó las elecciones presidenciales de su país, convirtiéndose así en la primera ministra más joven en la historia de Nueva Zelanda. Ardern es la tercera mujer en llegar a la jefatura del Gobierno de ese país, pero la más joven en edad (Clarín.com).  

La llegada de las mujeres a puestos jerárquicos ha aumentado notablemente en los últimos años, pese a las muchísimas dificultades y los distintos criterios utilizados por los empleadores para evaluar el desempeño femenino, en comparación con el de los hombres.

En una sociedad machista y patriarcal es muy probable que ante igualdad de capacidades, un empleador prefiera contratar a un hombre antes que a una mujer. Pero también es posible que esto pase aunque la candidata femenina demuestre estar más capacitada para el trabajo que su competidor hombre. “Está en edad de ser madre, le voy a tener que dar licencia por embarazo”, “Las minas siempre hacen quilombo”, “Trabajando con un hombre me siento más cómodo” son algunas de las frases que suelen escucharse.

Según el McKinsey Global Institute las mujeres representan el 40% de la fuerza de trabajo global y son responsables del 75% del trabajo de cuidado no remunerado pero ocupan sólo el 25% de las posiciones gerenciales. Asimismo solo el 22% de las mujeres están en puestos ministeriales y parlamentarios.

Suele pasar que en el caso de acceder a la posición deseada, la mujer es constantemente víctima de acusaciones misóginas y machistas “¿Con quién se acostó para llegar allí?” .En esta misma línea suele ser evaluada mucho más exhaustivamente por su vestimenta que un empleado hombre. 

Según el INDEC, en Argentina, casi el 40% de los hogares está encabezado por una mujer. Asimismo las mujeres ganan un 27% menos que sus pares hombres y la brecha asciende al 40% si se trata de cargos ejecutivos (CEO) –sólo el 7% de los esos cargos están ocupados por mujeres–. No es menos importante aclarar que al acceder a esas posiciones, muchas veces las mujeres poseen menos privilegios que sus pares hombres (sueldos más bajos por igual trabajo, autos de una gama menor, etc). 

En las decisiones de compra a nivel mundial, las mujeres representan el 70% de todos los consumos que se realizan, pese a poseer peores sueldos y menos acceso a posiciones jerárquicas que los hombres.

Comparando las cifras de la población económicamente activa pudimos relevar que el 47,2% de la población de mujeres se encuentra en actividad, mientras que los hombres ascienden al 69,6%.  La mayor tasa de actividad de mujeres se da en la franja entre 25 y 45 años, que coincide con el auge de su actividad reproductiva, por lo que la brecha es mucho más grande cuando hablamos de menores de 25 que se insertan al mercado laboral y mayores a 45 años.

Asimismo, “las mujeres generan el 37% del PIB mundial a pesar de  representar el 50% de la población global en edad de trabajar. Si se cierra la brecha de género para el año 2025, 12 billones de dólares podrían agregarse al PIB mundial y 240 millones de trabajadores se sumarían a la fuerza de trabajo mundial” (McKinsey Global Institute). 

No es un caso aislado, se llama patriarcado

Casos de violencia de género (tanto física como simbólica) son visibilizados todos los días, en una sociedad que pareciera no terminar de despertar ya que sigue reproduciendo, en muchísimos ámbitos, el apego a cánones culturales arcaicos, machistas y discriminatorios.

Tanto la familia, el núcleo más profundo de un individuo, como los medios de comunicación y la escuela operan como factores fundamentales en la concepción cultural que se le atribuye a la mujer, reproduciendo (consciente e inconscientemente) la violencia de género. “Vos no podés jugar al fútbol, sos nena. Al fútbol juegan los varones”.

De chicas solían regalarnos barbies, la cocinita y bebés de plástico. Todos esos elementos, cada uno en una forma particular, reproducen un estereotipo determinado y bien delimitado sobre el físico femenino “ideal” y el rol que deberá ocupar la mujer en la sociedad. 

Los criterios estéticos que establece la muñeca Barbie (rubia, flaca, de plástico y con una cara perfecta) ha generado cientos de críticas alrededor del globo por el modelo irreal que representa para niñas en edad de crecimiento. “Si la Barbie fuera una mujer real, sus medidas serían: 1.82 mts. de altura, 49 kilos de peso, 96 cm. de contorno de busto, 45 cm. de cintura y 83 de cadera. Según cálculos en base al índice de masa corporal, una mujer de esas proporciones tendría que caminar en cuatro patas; no podría estar erguida” (RevistaOhlala.com). 

Asimismo los juguetes de cocina representan el rol que deberá ocupar la mujer cuando crezca. Por un designio de la providencia ella será la responsable de las tareas domésticas de su casa (cocinar, lavar, limpiar) como un destino inexorable.

Hoy en día, con parejas que trabajan la misma cantidad de horas fuera del hogar, sigue escuchándose la frase de muchas esposas orgullosas que afirman emocionadas que “sus maridos las ayudan con las cosas de la casa” como si el hombre que lava los platos les hiciera un favor asistiéndolas en su deber.

El muñeco del bebé a su vez expresa la obligación de la mujer de ser madre, ignorando el hecho fundamental de que la maternidad es una elección, y nuestro único objetivo en la vida no es reproducirnos (y nuestra existencia no está vana de sentido sino lo hacemos). Aún en el siglo XXI la sociedad sigue mirando con ojos extrañados a las mujeres que deciden no ser madres.

Del voto femenino a la legalización del aborto ¿un largo camino hacia la igualdad de género?

La Ley Sáenz Peña, sancionada en 1912, estableció el voto universal secreto y obligatorio para los ciudadanos argentinos, nativos o naturalizados, mayores de 18 años de edad, habitantes de la Nación. Las mujeres debieron esperar hasta el año 1947 para que fuera promulgada la denominada Ley de Enrolamiento Femenino, puesta en práctica en las elecciones de noviembre de 1951 y fomentada por Perón y Evita.

En dichas elecciones participaron 3.816.654 mujeres (y el 63,9 % lo hizo por el Partido Justicialista). Al año siguiente, las primeras 23 diputadas y senadoras ocuparon sus bancas, representando al Partido Justicialista.

Si bien Argentina tiene un buen posicionamiento en el Ranking de Igualdad de Género (5º lugar del G20 y 33º lugar a nivel global) aún falta un largo camino por recorrer. La violencia de género se carga cientos de víctimas por año. Según la organización Mumalá –Mujeres de la Matria Latinoamericana– entre el 1 de enero y el 17 de noviembre del 2017, fueron cometidos 254 femicidios en nuestro país. En el 18% de los casos habían realizado denuncias previas y en el 12% habían solicitado medidas de protección judicial. El 46% de las víctimas vivía con su asesino.

La reciente sanción de la Ley de cupo femenino y colectivos como el #NiUnaMenos arrojan un poco de esperanza sobre una situación crítica, en la cual el Estado y las instituciones son parte estructural del problema. La necesidad urgente de una ley que despenalice el aborto, evitaría miles de muertes de mujeres en situación de vulnerabilidad que no pueden acceder a clínicas con las condiciones de higiene necesarias.

Si bien se ha avanzado mucho en estos años, todavía estamos lejos de la igualdad de género, una bandera que no debemos bajar como sociedad y que nos sirve para caminar hacia el horizonte en la dirección correcta.

Suscribite al newsletter

Recibí las últimas novedades

Publicaciones relacionadas:

Publicaciones recientes: