“Compramos cosas que no necesitamos, con dinero que no tenemos para impresionar a gente que no nos importa”
Will Smith
Constantemente, al encender la televisión, la radio o la pc, somos interpelados por cientos de publicidades. Algunas tienen lugar en espacios comerciales destinados especìficamente para eso y otras se hallan incluso dentro del mismo programa que estamos viendo (los famosos “chivos”). ¿Somos lo que comemos o comemos lo que somos?
Gaseosas que prometen que al abrirlas destapás felicidad, condimentos y fideos que le dan sabor a tu vida, chocolates rellenos de ternura que uno come con bocados de amor, cervezas que poseen el sabor del encuentro, confites que equivalen a diversión y yerbas tan ricas como el sabor de la familia.
La Industria publicitaria tiene la capacidad de generarnos deseos y necesidades que no teníamos y que ahora creemos necesitar.
Uno de los ABC de la publicidad es el llamado “marketing emocional” o de “sentimiento”, que apunta a tocar las fibras sensibles del espectador para lograr un apego afectivo hacia la marca. Estas acciones son dìficiles de pasar desapercibidas y generan un vínculo afectivo con el espectador o usuario. Sin embargo sería interesante ir un poco más allá y realizar un análisis exhaustivo de los bienes que realmente estamos consumiendo y su composición.
Basta simplemente con leer las etiquetas para saber que al tomar una gaseosa, no solo estamos introduciendo una cantidad elevada de azúcar a nuestro cuerpo sino también cafeína y endulzantes artificiales en el caso de las bebidas dietéticas. Asimismo, ninguna posee nutrientes beneficiosos para el cuerpo.
La Fundación Interamericana del Corazón-Argentina (FIC) realizó en agosto de 2015 una investigación sobre la publicidad de alimentos dirigida a niños y niñas en la TV argentina en 5 canales de televisión abierta y tres canales de cable dirigidos a niños. El análisis de las publicidades de alimentos en la televisión arrojó como resultado que casi 9 de cada 10 alimentos que se publicitan durante los cortes tienen bajo valor nutritivo (85,3%). Es decir que son alimentos con alto contenido en grasas totales, grasas saturadas, grasas trans, azúcares libres, sal y/o calorías. Los postres, lácteos, bebidas azucaradas, cadenas de comida rápida y snacks salados son las 5 categorías de alimentos más publicitadas.
Desde la Revolución Industrial en adelante, el hombre se ha alejado de la materia prima, y si bien en el último tiempo ha surgido una nueva corriente de cultivos en las casas, las personas suelen comprar sus alimentos en grandes cadenas de supermercados en los que no están en contacto con el origen del producto.
Otro factor a tener en cuenta a la hora de consumir verduras compradas en grandes cadenas de hipermercados son los agrotóxicos que se utilizan para poder multiplicar el cultivo del suelo a gran escala. Aunque en la actualidad existen mercados orgánicos, son una minoría a los que no todos pueden acceder. Las tiendas orgánicas siguen siendo un nicho bastante reducido tanto por su desconocimiento como por el precio de los productos: comer orgánico es mucho más caro que comprar en las tiendas habituales y tiene menos marketing.
Según Soledad Barrutti, periodista y autora del libro Malcomidos:
La dictadura y distintos modelos neoliberales económicos hicieron que las personas cada vez tuvieran menos dinero para comprar su comida, que la comida fuera cada vez más cara e inaccesible. Al crecer sistemas productivos en el campo que no producen comida en el campo, la comida es cada vez menos y más costosa. Una persona que tiene un presupuesto muy bajo necesita primero llevar calorías a su casa, entonces surgió el fenómeno que en nuestro país fue muy notorio a fines de los noventa y principios de 2000 y que todavía se mantiene: ricos flacos y pobres gordos. Eso tiene que ver con a qué comida accedés: aceite, harina, azúcar y no mucho más. Eso y la comida de diseño, alimentos ultra procesados, que es lo que ocupa el 70% de las góndolas. Cuando vas a los mercados la oferta de verdura es muy pobre: tomates, lechuga, un poco de papa y pará de contar.
Tanto desde la casa, como desde la escuela los niños consumen desde chicos alimentos multiprocesados de grandes marcas. Postrecitos helados, galletitas empaquetadas o snacks con altos niveles de sodio, que aportan grasas saturadas o trans. El jugo ya no es exprimido sino en polvo, las sopas vienen en sobre y hasta existen milanesas de pollo o carne que vienen listas para ser consumidas luego de 3 minutos de tostadora.
Siguiendo a Barrutti:
Hay un ejemplo muy bueno, cuando aparecieron las primeras tortas de cajita al polvo sólo debía agregársele agua; como no lo seducía al cliente, probaron con que además de agua debería agregarse huevos, así el consumidor tenía la sensación de que estaba cocinando algo él, con sus manos. Así fue cómo la industria logró encontrar la grieta por la que meterse en las casas y ofrecer soluciones para problemas que no había. Porque sí, es cierto que había una necesidad de que las mujeres saliéramos de las cocinas de la manera que fuera, pero se podría haber hecho en un acuerdo colectivo de compartir responsabilidades del hogar, no delegarlas.
Las cadenas de comida rápida establecen alianzas con grandes empresas multinacionales de contenidos infantiles para poner juguetes y personajes de películas animadas que acompañen sus comidas, como así también diversas empresas alimenticias le pagan a deportistas o personalidades famosas para que representen su producto.
Según la La Fundación Interamericana del Corazón-Argentina (FIC):
1 de cada 4 publicidades de alimentos utilizan personajes animados y/o famosos, y 1 de cada 3 recurren a las promociones, como regalos, productos coleccionables, beneficios extra, sorteos, entre otros. Si se consideran los datos de audiencia de la Argentina que señalan que los niños de 4 a 12 años se encuentran expuestos a la televisión en promedio 3 horas al día, se estima que en nuestro país los chicos ven 60 publicidades de alimentos de bajo valor nutritivo por semana.
Algunos, como Chile, poseen una ley de etiquetado de alimentos que utiliza los sellos de advertencia “ALTO EN” para permitirle al consumidor distinguir de la góndola con solo una mirada aquellos alimentos que son menos saludables.
Siguiendo a Barrutti:
Hay un ejemplo muy bueno, cuando aparecieron las primeras tortas de cajita al polvo sólo debía agregársele agua; como no lo seducía al cliente, probaron con que además de agua debería agregarse huevos, así el consumidor tenía la sensación de que estaba cocinando algo él, con sus manos. Así fue cómo la industria logró encontrar la grieta por la que meterse en las casas y ofrecer soluciones para problemas que no había. Porque sí, es cierto que había una necesidad de que las mujeres saliéramos de las cocinas de la manera que fuera, pero se podría haber hecho en un acuerdo colectivo de compartir responsabilidades del hogar, no delegarlas.
Las cadenas de comida rápida establecen alianzas con grandes empresas multinacionales de contenidos infantiles para poner juguetes y personajes de películas animadas que acompañen sus comidas, como así también diversas empresas alimenticias le pagan a deportistas o personalidades famosas para que representen su producto.
Según la La Fundación Interamericana del Corazón-Argentina (FIC):
1 de cada 4 publicidades de alimentos utilizan personajes animados y/o famosos, y 1 de cada 3 recurren a las promociones, como regalos, productos coleccionables, beneficios extra, sorteos, entre otros. Si se consideran los datos de audiencia de la Argentina que señalan que los niños de 4 a 12 años se encuentran expuestos a la televisión en promedio 3 horas al día, se estima que en nuestro país los chicos ven 60 publicidades de alimentos de bajo valor nutritivo por semana.
Algunos, como Chile, poseen una ley de etiquetado de alimentos que utiliza los sellos de advertencia “ALTO EN” para permitirle al consumidor distinguir de la góndola con solo una mirada aquellos alimentos que son menos saludables.